Una fría mañana de noviembre,
tras un penoso viaje en barco, un anciano desembarca en un país que podría ser
Francia, donde no conoce a nadie y cuya lengua ignora. El señor Linh huye de
una guerra que ha acabado con su familia y destrozado su aldea. La guerra le ha
robado todo menos a su nieta, un bebé llamado Sang Diu, que en su idioma
significa «Mañana dulce» una niña tranquila que duerme siempre que el abuelo
tararee su nana, la melodía que han cantado durante generaciones las mujeres de
la familia. Instalado en un piso de acogida, el señor Linh sólo se preocupa por
su nieta, su única razón de existir hasta que conoce al señor Bark, un hombre
robusto y afable cuya mujer ha fallecido recientemente. Un afecto espontáneo
surge entre estos dos solitarios que hablan distintas lenguas, pero que son
capaces de comprenderse en silencio y a través de pequeños gestos. Ambos se
encuentran regularmente en un banco del parque hasta que, una mañana, los
servicios sociales conducen al señor Linh a un hospicio que no está autorizado
a abandonar. El señor Linh consigue, sin embargo, escapar con Sang Diu y
adentrarse en la ciudad desconocida, decidido a encontrar a su único amigo. Su
coraje y determinación lo conducirán a un inesperado desenlace, profundamente
conmovedor.